Según el budismo, la naturaleza involucra un proceso de transformación continua, en tanto que la identidad egoica supone un mecanismo creado por avidya (ignorancia espiritual) que no es sino el puntapié inicial a nuestros puntos de vista distorsionados sobre la realidad. De allí que, según Alan Watts, el ego sea una ficción útil a los fines de otorgar unidad a nuestra experiencia, pero una trampa cuando se lo toma demasiado en serio. Ser “inteligente” en términos espirituales, va a representar, por tanto, la posibilidad sana de discriminar al actor del personaje ocasional que este interpreta.
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