Aunque sus problemas no eran más grandes que los de muchas otras personas, hacía rato que Rufino se cuestionaba su disponibilidad para ayudar a los demás. Sentía que primero debía resolver todas sus preocupaciones, atento al viejo dicho de que "la caridad empieza por casa". Salvador comprendía los sentimientos de su joven amigo, pero creía que una excesiva autoexigencia podía ser la perfecta excusa para un nunca hacer: "No es precisamente desde una felicidad plena y constante que se puede ayudar al bienestar del otro, sino más bien desde una búsqueda que es sincera y decidida, justamente por su contacto con el padecimiento, que siempre acecha. El saber no puede ser presumido".
"Salvador y Rufino" Una creación de: Vagabundo del Tao (Juan Manuel Otero Barrigón)
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