domingo, 24 de julio de 2016

Vagabundeando por el "Museo Hippie"


A comienzos del año 2012, y con ganas de cumplir un viejo anhelo, me embarqué en un breve viaje hacia la hermosa provincia de Córdoba (Argentina), con destino a un lugar muy especial: San Marcos Sierra, conocido por ser el segundo asentamiento hippie más importante del país, despúes de El Bolsón, en la provincia de Río Negro. San Marcos Sierra está ubicado a 150km de la capital cordobesa, al noroeste de la provincia abanderada del cuarteto, el Club Atlético Belgrano, y el fernet.

Lugar mágico y especial, con apenas un millar de habitantes, y en el cual se respira una atmósfera campechana, naturista y neo-espiritual que la convirtieron en una de las Mecas para legiones de buscadores new age y cultores varios de la vida sana.

Cartel en el pueblo de San Marcos Sierra, invitando a visitar el museo

Pero hay algo más. San Marcos Sierra es la única localidad en el mundo que posee, nada más ni nada menos, que un Museo Hippie. Hasta allí quería llegar, interesado por la historia, el ideario, la espiritualidad y el arte de una de las expresiones contraculturales más famosas del siglo XX.

Valga decir, para ser más precisos, que si bien el hippismo nos es hoy conocido por sus célebres happenings y viajes lisérgicos de los años 60´; sus raíces históricas, no obstante, se remontan hasta tiempos anteriores al nacimiento de Cristo.

Para llegar al Museo Hippie hay que internarse en un sendero cerrado por árboles, que hacen un techo verde y brindan un aire extra puro. Al frente de esta genialidad psicodélica está el entrañable Daniel “Peluca” Domínguez, el “irresponsable” de la idea, como lo bautizaría algún periodista. Después de coleccionar cientos de objetos de aquellos a los que considera representantes de esta forma de vida, decidió abrir las puertas de su vieja casa con forma de hongo, típica de los años 70, cuando San Marcos Sierras se convirtió en un refugio al que muchos acudieron obligados por la triste realidad política que vivía el país.

El sendero hacia el Museo, y las señales identificatorias que allí llevan, inconfundibles

El autor del blog, es decir, quien escribe, en plena procesión mística hacia el santuario hippie

La experiencia de visita al Museo Hippie es divertida, relajada y de mucho aprendizaje. Y esto es por que Peluca invita, a quienes lo visitan, a un recorrido guiado en el que cuenta quiénes fueron los primeros hippies, su filosofía, y su influencia social a lo largo de la historia. También exhibe su colección de objetos originales, que embellecen el Museo, entre los cuales hay, entre otras maravillas, obras auténticas de Marta Minujin, ¡la guitarra de Tanguito!, y discos de la época de oro del rock nacional y británico de los años 60. Peluca habla de Diógenes, uno de sus preferidos, el transgresor filósofo griego que hace 2.400 años caminaba de día por las calles de Atenas con un farol encendido y "buscando un hombre honesto”. Recuerda aquella vieja leyenda según la cual “una vez se le presentó Alejandro Magno, el macedonio que había conquistado Atenas y le dijo que le pidiese lo que quisiera. ́Sólo te pido que te corras y no me tapes el sol", respondió Diógenes. O sea, "un hombre que vivía según las pautas que marca la naturaleza y no la sociedad de su tiempo”, cuenta Peluca.

La palabra hippie tiene una carga peyorativa; ser hippie es ser un inadaptado social. Pero hay hippies desde antes de Cristo. "Los primeros católicos, Francisco de Asís, Los Cátaros, el ruso León Tolstoi, Los Beatles. Todos hippies." Lo cuenta Peluca y lo documenta: cita, incluso, a la Biblia. Pero su relato se extiende hasta nuestros días; a la persecución de la última dictadura militar, a la censura de autores. Resume 2.500 años en una hora, mezclando historia con poesía, espiritualidad con arte, gracia con teatralidad fresca.

Peluca y su sabiduría hippie: historias y anécdotas de una contracultura milenaria


Si bien no recuerdo, para ser sincero, si durante la charla de una hora brindada por Peluca hay alguna referencia a los antiguos taoístas, la influencia de esta filosofía sobre la contracultura hippie, es manifiesta y profunda. Tanto es así que el denominado profeta del hippismo en los años 60, el psicólogo y psiconauta Timothy Leary, dedicó uno de sus más bellos escritos a una lectura atenta e inspirada, en clave psicodélica, del clásico taoísta de Lao Tsé, el Tao Te King. Es el denominado "Devocionario Psicodélico", que auna en sus páginas la espiritualidad taoísta con los beneficios y nuevos mundos abiertos a partir del uso responsable del LSD

Ingreso al Museo, con forma de hongo psilocybe
  
Luego de la charla, Peluca invita a quienes hasta allí llegan a escribir un mensaje, que guarda en una botella, la cierra, pero que en lugar de lanzarla al Río Quilpo con destino incierto, la suma a otras miles de ellas que decoran las paredes de la nueva casa del museo hippie, en donde el símbolo de paz empieza a recortarse contra el verde de los árboles.

Son 32.000 botellas escritas por gente de todo el mundo. Con las botellas se construyen paredes de 50 centímetros de ancho que formarán el museo nuevo. Peluca la describe como "una pieza energética que concentra el deseo de muchísima gente, además de ser acústica y térmica”.Su propia obra de arte conceptual.

 
Peluca y su obra

A pesar de no haber podido repetir la visita, y de haberlo visto tan solo una vez, guardo por Peluca un cariño sincero. Lejos de los estereotipos y las modas pasajeras, su hippismo es auténtico, coherente y parte de su estilo de vida natural. En aquella oportunidad, Peluca tuvo conmigo un gesto que valoro: percatado de mi entusiasmo por su exposición y de mis ganas de permanecer en el lugar un tiempo más, me invitó a quedarme cuando la visita guiada terminó y un nuevo grupo de visitantes llegaba para escucharlo. Antes de irme le obsequié una copia de un disco musical importante para mí, y que por entonces escuchaba con especial devoción: Chant and Be Happy, una colección de canciones cantadas por George Harrison y miembros del Radha Krishna Temple de Londres.

Chant and Be Happy: canciones devocionales hindúes

Me fui, con la promesa de volver algún día. Había descubierto un lugar encantado, único en el mundo, y en el cual el fluir de las historias se enhebraban con la experiencia vivida; la de un hombre y su refugio, en el corazón de un pueblo mágico donde el Tao se respira en cualquier rincón.

Peluca y el autor del blog


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