"En la simbólica alquimista, dice Jung, se expresa la problemática del proceso del devenir de la personalidad, llamado principio de individuación. En cuanto a los complejísimos procedimientos químicos de la alquimia, diremos solamente que la primera fase del adepto consiste en la purificación o destilación de los elementos que integran la materia prima. Los opuestos se separan y luego se unen en una conjunción a veces seguida por la muerte, y luego en una resurrección espiritual, en el producto de su unión.
El proceso creador se cumple en etapas: la de preparación, que implica entrar en una actitud receptiva a partir de determinados trabajos de desbloqueo; la de incubación, en la que se forman las imágenes oníricas, de la fantasía, ensueño o inspiración artística; la iluminación, en la que se manifiesta la forma; y la de verificación, que es cuando se capta el contenido que emerge del inconsciente y se suma al bagaje de experiencias de la conciencia.
De la misma manera que en las fases de la alquimia –constituidas por la nigredo, correspondiente al caos cosmológico; la obra blanca o albedo, que es la coagulación; y la citrinitas o rubedo, que es la que culmina la obra alquímica, desarrolla y fortalece la conciencia de iniciación– las etapas del proceso creador hacen posible que las viejas formas mueran para que las nuevas renazcan, favoreciendo la transformación interior. Dice Jung al respecto: “El ser humano se totaliza, se integra, se calma, se hace fértil y feliz, cuando, y solo entonces, se completa el principio de individuación, cuando la conciencia y el inconsciente aprenden a vivir en paz y a completarse recíprocamente”. (Carl Gustav Jung, El hombre y sus símbolos. España, Caralt, 1984)
Como en las fases de la alquimia, en el estado creativo se cumple un proceso que tiene origen en el caos o muerte de las antiguas formas y, tras pasar por un proceso de confluencia, llega a la iluminación y a la posterior transformación. Estos resultados son los que recomponen y recrean el alma humana, llevando al sujeto a un conocimiento cada vez más profundo y pleno de su ser. Por otro lado, el proceso de transformación de la humanidad exige primero la transformación del alma individual. Y es desde el proceso creador y solo desde la propia apertura a la actitud de cambio interior, como se puede inferir un reflejo de cambio social. De allí que concibamos el proceso creador como un modo de acercarnos y, en definitiva, de contribuir al proceso de transmutación –alquimia–, que exige el alma colectiva".
María Asunción Beltrán
Psicóloga. Analista junguiana especializada en sueños y creatividad.
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